La ausencia de autonomía política, la inexistencia de una nobleza o burguesía local, y la falta de recursos económicos, hizo que el proyecto de levantar una iglesia parroquial consagrada a San Pedro ad Víncula se fuera postergando hasta bien entrado el siglo XIX y necesitara remodelaciones todavía a finales del XX.

La iglesia se levantó sobre una vieja ermita y el antiguo cementerio, situado junto a ella. Fue a partir de la década de 1860-70 cuando se impulsaron las obras del templo siguiendo el proyecto de Vicente Serrano y de cuya ejecución se ocuparía José María de Cuenca.

Consta de una sola nave, articulada por tramos, con cabecera curva y planta irregular por la anexión de espacios para capillas en el lateral del Evangelio. Cercano a los pies se encuentra el coro y, simétricamente diseñadas, dos escaleras de caracol. Se cubre con teja árabe a dos aguas y presenta una altura menor incluso que la de las casas que tiene anexionadas.

Su actual portada no se ajusta a la trazada en 1860, que presentaba un aire pseudo clasicista, un estrecho hueco de entrada y un frontón que nacía de la línea del tejado; se cambió por una entrada adintelada más sencilla, funcional y de menor empaque. La torre, ubicada en un lateral del presbiterio, presenta una estructura cuadrada en la que también se ha sustituido su chapitel inicial por una esbelta linterna que le da un aire un tanto exótico. La fachada, encalada, está reforzada por pequeños contrafuertes. En 1993 Luis Alonso Salcedo restauró la torre dándole el aire ecléctico que actualmente presenta y dirigió asimismo las obras del presbiterio y de la capilla de la Virgen de los Remedios.