Castillo de Giribaile

Monumentos

Yacimientos Arqueológicos

Carretera comarcal A-312. 23220, Vilches Cómo llegar

Giribaile es considerado  uno de los conjuntos arqueológicos más importantes de España. En este paraje natural de especial belleza se pueden ver desde los restos del primitivo poblado ibero a la curiosidad de sus numerosas cuevas excavadas en la roca y, sin duda, su fortaleza medieval, construida en el siglo IX por los almohades. A esta fortificación se accede por la carretera comarcal A-312 que enlaza las poblaciones de Linares y Arquillos. Pasada la desviación de Guadalén tomamos un carril a la derecha; a cuatro kilómetros aproximadamente llegamos al pie de este asentamiento. Actualmente existe una valla que cierra el paso al yacimiento, por lo que es necesario telefonear con antelación al Ayuntamiento, en horario laboral de 8:00 a 14:00, para concertar cita.

Paisaje, cultura, patrimonio, historia, naturaleza, senderismo… se entremezclan en Giribaile, donde es posible apreciar la huella dejada por los diferentes pueblos y culturas a lo largo de los siglos.  Así, junto a los vestigios del castillo, el viajero también podrá ver los restos que aún se conservan de la gran muralla que rodeaba el oppidum ibérico de Orisia, una importante ciudad que ocupó un lugar estratégico en la vía de conexión entre Cástulo y el Levante y que fue abandonada tras ser arrasada por los romanos en el curso de las guerras de Sertorio. De igual modo, resultan también interesantes las numerosas cuevas que se reparten por las laderas del cerro, las llamadas Cuevas de Espeluca. Algunas fueron empleadas en la época de los iberos como santuarios de culto. Durante siglos fueron utilizadas para distintos fines por los diferentes pueblos hasta, incluso, ser usadas, hasta no hace muchos años, por los vecinos de Vilches como viviendas o refugios para el ganado.

Los restos del castillo de Giribaile son visibles desde muchos kilómetros a la redonda. El acceso a la fortaleza es complicado y, en el mejor de los casos, deben recorrerse varios kilómetros por una pista de tierra. Una vez en las proximidades, el viajero puede subir un angosto sendero excavado en la roca o, bien, seguir una antigua calzada empedrada que lo llevará hasta la cima. Al llegar, lo primero que llama la atención es el impresionante paisaje que se divisa, así como los restos de la muralla que protegía la fortaleza y las dos torres que aún se conservan. En ellas se observa la superposición de estructuras de diferentes épocas y, entre ambas, una pequeña barbacana.

Una vez conquistado por Fernando III y ya bajo ocupación cristiana, en torno a Giribaile surgieron distintas leyendas. Hablan del señor del castillo, Gil Baile o Gil Baylo de Cabrero, que dio nombre a la fortaleza. A este señor, cuentan, el rey concedió las tierras que se divisaran desde la torre más alta del castillo, lo que le llevó a construir una torre desmesuradamente alta a cuyo pie colocó una lápida que decía: “De río a río todo es mío. Soy el señor de Giribaile, que no morirá de sed ni de hambre”. Un buen día, durante una partida de caza, el señor de Giribaile se extravió y cayó en el pozo de una mina abandonada de la que le fue imposible salir. Meses más tarde encontraron su cadáver. Curiosamente, el señor de Giribaile había muerto de sed y de hambre…

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