Catedral de la Natividad de Nuestra Señora de Baeza

Plaza de Santa María, 2. 23440, Baeza Cómo llegar

Catedral de la Natividad de la Virgen (antes, San Isidoro). Bien de Interés Cultural. Monumento. Declarado 03/06/1931. Baeza fue la primera sede episcopal que tuvo Jaén, a raíz de su conquista por Fernando III en 1227. Es muy probable que, según la tradición, la catedral se instalara en la mezquita principal; primero, sencillamente, consagrándola (lo que ya debió hacer Alfonso VII en 1147, cuando estuvo Baeza por poco tiempo en manos cristianas; de ahí su primera advocación de San Isidoro. Repitiéndose la operación con Fernando III, ahora bajo la advocación de la Natividad) y después derribándola y construyendo sobre ella un nuevo edificio. Hasta el momento no han aparecido restos arqueológicos de edificación musulmana.

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La actual catedral se compone de un cuerpo basilical de tres naves y un claustro, distinguiéndose en toda ella cuatro fases constructivas al menos: La más antigua corresponde a los pies y comprende la fachada occidental y el primer tramo abovedado del interior, oblicuo con respecto al eje de la iglesia. Una segunda, entre finales del siglo XIV y el XV, que afecta a parte del muro norte y torre; la Capilla de los Biedma, a los pies, adelantada a la fachada occidental, y el claustro, en su parte meridional con las cinco capillas y la portada exterior. La tercera, en torno a 1530- 1550, comprende desde la cabecera hasta el crucero, y finalmente la última fase, entre 1567 y 1590, desde el crucero hasta los pies, más la portada norte o de la Natividad.

Salvo los testigos medievales, la transformación renacentista que domina en la actual catedral se debe a Andrés de Vandelvira, a quien corresponde la concepción espacial, si bien con diferencia de lenguaje entre los dos tramos de la cabecera y el resto. Al morir el maestro en 1575, la obra es seguida por su fiel colaborador, Alonso Barba, y por Francisco del Castillo, a quien puede pertenecer el diseño de la gran bóveda del crucero, en tanto que la portada septentrional, hoy la principal, sería de Juan Bautista Villalpando.

El espacio vandelviriano viene definido por el empleo de pilares cruciformes con medias columnas adosadas y trozo de entablamento sobre el que voltean los arcos fajones y formeros que configuran las bóvedas de tipo vaídas, tan características de Vandelvira, con que se cubre todo el espacio. Un espacio diáfano al no tener las naves nada más que estos soportes por separación, sin diferencia de altura entre ellas, y una iluminación generosa irradiada desde la parte superior de los muros laterales gracias a las elegantes ventanas en forma de “serlianas” (dintel, arco, dintel), que crea esa atmósfera calma y equilibrada tan del gusto clásico renacentista.

Al exterior, el volumen de la iglesia configura poderosamente la Plaza de Santa María, amplio espacio en el que se reunía a los pies de las gradas del templo el Concejo Abierto de la ciudad en el s. XIII. La torre, con su airoso cuerpo de campanas octogonal, renacentistas, aunque reconstruido a mediados del pasado siglo, por haberse derruido en 1862, es un potentísimo hito visual para un ámbito municipal muy amplio, que hasta siglo XVI alcanzaba hasta Sierra Morena.

La parte más antigua, el tramo de los pies, lo ocupa el cuerpo prismático de la torre y la capilla de los Biedma o de las Ánimas, que data del siglo XV tardío, según se aprecia en la ornamentación de su portada principal de arco apuntado con arquivoltas y hojas de cardina y la de la sacristía adjunta, que presenta arco conopial y florón al gusto del gótico “flamígero” o último. El espacio, amplio, se cubre con una gran bóveda de nervios en cuya clave va el escudo de la familia Biedma.

Al lado de esta, en el muro meridional, se abre por el contrario la última de las capillas construidas: la Capilla Dorada, fundada en 1598 por don Cristóbal Molina y su hijo, Pedro Muñiz de Molina, deán que fue de la catedral de Lima, en cuyo patronato fundacional está su cuñado Lorenzo de Cabrera, de ahí que Cabreras y Molinas sean los escudos de su portada. Esta, al igual que el interior, es suntuosa por su ornamentación, de temática funeraria, en la línea del clasicismo renacentista tardío dominante en Jaén y muy vandelviriano.

La parte inmediata a los pies hasta el crucero, la más moderna, levantada tras un derrumbamiento que hubo en 1667, presenta los pilares más sencillos, sin pedestal, con columnas de orden corintio con elementos antropomorfos. En la nave central estuvo el coro, del siglo XVII, desmembrado y distribuidos los respaldos de las sillas en las capillas laterales formando retablos, al igual que la caja del órgano y otros elementos del trascoro.

Las bóvedas vaídas llevan una decoración de veneras en la nave central y otros motivos geométricos. Más espectacular resulta la gran bóveda del crucero, terminada en 1593, una pseudocúpula que desarrolla unas grandes superficies a modo de pechinas donde van las figuras de los evangelistas.

El tramo de la cabecera, primera fase de la nueva catedral, presenta pilares más complejos y capiteles de excelente talla con figuras y elementos fantásticos; las bóvedas son vaídas, pero de nervios, lo que Vandelvira denomina “enjarjadas”, una de ellas con linterna. Carece de las bellas “serlianas” de la otra fase, por lo que resulta más oscuro y arcaizante el espacio. Por el contrario se concentran aquí las mejores capillas renacentistas, sobre todo las tres de la nave del Evangelio. La primera a partir del crucero es la de Santiago, de un clasicismo tardío, pero muy fiel a los modelos de Vandelvira. La segunda, la de San José, igualmente vandelviriana, excepto en el remate, destaca por sus magníficas tallas en piedra de San Pedro y San Pablo, así como los relieves. También la última, la de San Miguel o de los Arcedianos, de piedra policromada, es la única documentada como de Vandelvira, siguiendo un esquema compositivo inspirado sin duda en los alzados de la monumental Capilla de los Benavides, en San Francisco de la misma ciudad. Aquí su retablo es barroco, del siglo XVIII, como el lienzo de santo titular.

La Capilla Mayor, de testero plano, se cubre por una magnífica bóveda vaída de nervios de tipo “enjarjada. En el lado de la Epístola, la capilla del Sagrario, abierta en la cabecera, data de 1620 y se cubre con media naranja. Debió estar toda ella pintada, según se desprende de algunos restos. También próxima a ella, la capilla de Los Dolores, a modo de gran nicho formado por un arco de medio punto.