Castillo de Canena

Calle Castillo, 7. 23420, Canena Wie kommt man

Francisco de los Cobos, Secretario de Carlos I y gran mecenas del Renacimiento en Úbeda y su comarca, compró en 1538 Canena, y contando con los servicios de uno de los grandes arquitectos del Humanismo, Andrés de Vandelvira, no dejó pasar la oportunidad de simbolizar arquitectónicamente su poder a través de uno de los castillos más importantes de Andalucía, que Fernando Chueca ha relacionado, por su hermetismo, con el de La Calahorra, en Granada, y que constituye uno de los singulares paradigmas de la arquitectura castrense-palaciega.

Information

Zeitplan

Lunes, de 16:00 h. a 19:00 h. (De propiedad privada).

La primera cuestión que llama la atención es que el señor de los Cobos, gran impulsor de la modernidad artística y poco sospechoso de romanticismos feudalizantes optara, en Canena, por construirse un palacio con estructura de castillo. Cabría recordar que grandes mecenas del Renacimiento italiano encargaban castillos a consagrados arquitectos en obras civiles como San Gallo, San Michele, o que el mismísimo Leonardo da Vinci fuera reclamado por el rey de Francia para el diseño de fortificaciones militares.

Pero quizás la causa que le impulsara al señor de los Cobos a encargar a Vandelvira la traza de este peculiar emblema fuera la de tomar como referencia que el edificio más significativo de la localidad fuera un castillo, enclavado en mitad del pueblo, y conectar así con la tradición constitutiva de Canena aunque planteándolo desde una lexicografía artística coherente con sus ideales artísticos y humanistas. Efectivamente Canena, que debe su nombre a su ocupación, a principios del siglo XIII, por la tribu siria de la Banu Kinana, cuyos jefes levantaron una fortaleza en el lugar que previamente había sido encastillado por los romanos, contó con un nuevo castillo levantado hacia 1477, sin permiso real, y con las consiguientes quejas de Baeza ante el rey, por Sancho de Benavides.

Francisco de los Cobos no podía ser insensible a los avatares de su nueva posesión y de sus dialécticas relaciones con Baeza y decidió crear una mansión en que se conjuntaban estructuras sólidamente fortificadas con refinamientos artísticos y estéticos, sobre todo en su interior. Su planta, casi cuadrada, se acota con dos grandes torres que protegen los ángulos en su fachada principal y otras dos, de menor envergadura, aparentemente incompletas, en la parte opuesta, todas ellas circulares. Sobresale la torre del homenaje, esta de planta cuadrada, a la que Eslava, sin mucho fundamento, considera una construcción previa, correspondiente al castillo de Benavides.

A pesar del aspecto compacto, de la sobriedad constructiva, del orden tectónico inequívocamente militar y de la jerarquía poliorcética, dominadora del conjunto urbano, el edificio ofrece en su perfil exterior unas connotaciones de proporción, armonía y equilibrio que evidencian la autoría de un constructor y artista tan rigurosamente renacentista como Vandelvira.

La portada presenta una estructura un tanto arcaica no exenta de encanto: abre con arco de medio punto peraltado, que flanquean pilastras corintias sobre plintos, con entablamento arquitrabado, friso con grutescos y cornisa sobre la que se levanta otro arco de medio punto que acoge, en su tímpano, los escudos de don Francisco de los Cobos y doña María de Mendoza, rematados con casco y cimera y, a sus lados, fantásticas figuras de tenantes con la mitad inferior de sus cuerpos transfigurados en ala y vegetación. Exteriormente la rematan tres flameros y se conservan, más arriba aún, las ranuras para levantar el antiguo puente levadizo.

En la fachada se dispersan ventanas con rejas de forja de estilo conventual. El patio, uno de los elementos más característicamente renacentista, cuenta con escalera claustral y cinco arquerías de medio punto en cada uno de los lados, para remarcar la simetría a costa de darle un carácter un tanto abigarrado. En la galería inferior, las arcadas son jónicas, con los capiteles dispuestos a través, intradós con rosetas, ménsulas en las claves y medallones con mediorrelieves de rostros humanos en las enjutas.

La galería superior, también jónica, repite la estructura adintelada, con la peculiaridad de grandes zapatas sobre las columnas que apoyan en plintos decorados con motivos militares, y la bordea una barandilla de balaustres.

El castillo fue declarado Monumento Nacional en 1931, en la segunda mitad del siglo XX fue comprado por un inglés y, en 1986, por un ejecutivo de una entidad bancaria hispanoárabe que ha realizado una meritoria labor de conservación y mantenimiento, gracias a la cual no se encuentra en estado ruinoso como otros castillos de la provincia.